martes, 14 de mayo de 2013

¿Por qué no Madrid?

De un día para otro, puede verse violentamente alterada la manera en que uno mira las cosas que está aburrido de ver o los lugares que conoce de sobra. Hace una semana me confirmaban que me habían aceptado para un puesto de trabajo en prácticas en el extranjero y que tenía algo más de dos semanas para organizar el viaje, ponerme vacunas, tramitar el visado e informarme sobre asuntos bancarios. El hecho de que hace apenas un mes esto no me lo podría siquiera haber imaginado le da a todo un grado mayor de urgencia. Ahora uno se da cuenta de cuánta gente merece una despedida sentida y de cuáles son las cosas que uno más va a echar de menos. Este cambio importante no va a suponerme ningún trauma, lo sé. Se me ofrece una gran oportunidad que no pienso rechazar, pero no puedo dejar de ver todo esto como el definitivo abandono de una infancia muy prolongada.

Arte de urgencia. Me parecía que la despedida de este blog no podía ser una entrada escrita hace más de dos meses. He disfrutado mucho escribiendo aquí a lo largo de los tres últimos años y echaré de menos ir a galerías y museos y decidir sobre qué exposición escribir cada semana. No he escrito en mucho tiempo no sólo por los preparativos para el viaje, sino porque hace mucho que no visito exposiciones. Ahora, cuando los días restan en vez de sumar, he tenido que ser selectivo y decidir cuáles quiero ver antes de marcharme. La primera de la lista, con mucho, era la de Paul Klee en la Fundación Juan March. No me olvido del día en que empecé a aprender sobre este gran artista en clase de Francisco Calvo Serraller. Antes de darnos siquiera su nombre, el profesor empezó por hacer un retrato de un artista imponente, clave en el siglo XX, pero que nunca recurrió a gritos para reclamar la atención. Para darnos a entender su excepcionalidad, habló de cómo Picasso, que sentía desprecio por casi todos los artistas, se dignó a ir a visitarlo a su casa. La admiración que desde ese día siento hacia Klee, incluso antes de ver su obra en directo, sólo ha aumentado. ¿Por qué? Porque es un artista que te obliga a mirar. En realidad, todo gran arte lo requiere, pero en el caso de Klee es muy difícil hacerse una idea con un simple vistazo. Huye sigilosamente del lenguaje publicitario, ese que sirve igual para una obra maestra de la pintura que para una marca de colonia. Esas ráfagas de imágenes a veces nos crean la sensación de que sabemos algo sobre los artistas. La exigencia de inmediatez nos obliga a extraer ciertos elementos que nos permiten encajarlos cómodamente en apartados: éste es un colorista, este otro un pintor gestual, éste es conceptual, aquel es figurativo, este es abstracto… y un sinfín de evidencias que por sí solas no dicen absolutamente nada. El caso de Klee es distinto porque no hay una sola característica de su obra que sobresalga por encima del resto. Es un artista de una enorme sensibilidad, que trata con el mismo mimo y sutileza el color, la composición y el ritmo. La exposición de la Juan March se centra en su papel como profesor de la Bauhaus, y queda claro que a esta sensibilidad innata le acompañaba un trabajo intelectual muy riguroso. De hecho, yo no sé cuántas de estas pinturas se pueden considerar obras en sí mismas. Si todos eran ejercicios para sus clases, yo los disfruté igual. El caso es que si me paro a pensarlo, ¿cuándo no he disfrutado yo en la Fundación Juan March?

En torno a Génova. Echaré de menos visitar galerías. A veces sé lo que voy a ver, pero otras muchas me doy paseos para ver qué me encuentro. La zona por excelencia son los alrededores de la calle Génova. Cuántas veces habré salido del metro de Alonso Martínez o venido dándome un paseo desde el Café Comercial para recorrer los aledaños de esta calle, casi siempre muy bien acompañado. A un lado, la calle Orfila, con Marlborough, Cayón y, hasta hace muy poco, Soledad Lorenzo. Y, en perpendicular, en Monte Esquinza, la siempre sorprendente Astarté, una de mis favoritas. Otras veces, mi acompañante y yo empezamos por el lado contrario y vamos a la exigente Elvira González. Y cuando atacamos por este lado casi siempre acabamos en Rafael Pérez Hernando, donde siempre nos han tratado con mucha amabilidad y han mostrado mucho interés por este blog. También han sido muy amables conmigo en Javier López, que, a pesar de estar tan a desmano, siempre es agradable visitar por charlar un rato con las chicas que llevan la galería. Aunque la lista de galerías a visitar siempre es amplia (además de las citadas, están Guillermo de Osma, Fernández-Braso, Álvaro Alcázar, Juana de Aizpuru…), la zona de Génova es el comodín para esos días en los que uno quiere visitar varias exposiciones sin pensar demasiado en cuáles.

Madrid. Escribo esta última parte desde el lugar en el que, si todo va como esperado, pasaré el siguiente año. Esta ciudad no se caracteriza por tener un gran número de galerías de arte moderno. A cambio, esta será la primera vez que vea in situ manifestaciones de arte asiático. Quién sabe si no acabaré quedándome aquí, cautivado por el encanto del exótico Oriente, pero dudo mucho que, tras mis años de estudios, no me lleven de vuelta a Occidente los museos y galerías donde habitan los artistas que más admiro. Nunca le doy valor a que casi todo lo que sé sobre arte lo he aprendido en un solo lugar. Quién duda de que, cuando se piensa en las grandes capitales del arte (al menos, contemporáneo), la primera de la lista no es Madrid. He oído más de una vez a gente del mundo del arte hablar de ella como una ciudad provinciana, muy pobre en su oferta cultural. Después de varios años pateándome la ciudad en busca de exposiciones, afirmaciones como esta me parecen insultantes. Siempre hay algún erudito con aire de desdén que da a entender que tres años en Madrid valen menos que una semana en, por ejemplo, Nueva York porque allí está lo que hay que ver. Pero uno ya va sabiendo lo que duran en el mundo del arte contemporáneo “lo mejor” o “lo imprescindible”.  (En este sentido, no sé en qué creen distinguirse algunos críticos de arte de los editores de revistas de música pop para adolescentes) El mérito no está en vivir en un lugar donde la oferta es infinita, sino en saber aprovechar lo que ese lugar te ofrece. Desde luego que en Madrid no siempre todas las exposiciones son interesantes pero, ¿acaso lo son en todos aquellos lugares infinitamente más cool? No sólo hablo de arte, aunque es lo que más de cerca me toca. Hablo de teatros, de salas de concierto, de ciclos de conferencias, de cines en versión original, de la inmortal Filmoteca. Dudo mucho que vivir en una de las metrópolis del arte actual le garantice a uno tener un mejor ojo para lo que es bueno y lo que es malo. Quizá sea mejor mirar desde la distancia para discriminar con más acierto. Cuando uno se plantea dedicar buena parte de su vida a hablar sobre arte, ¿por qué no empezar en otro lugar? ¿Por qué no, por ejemplo, en Madrid?

Este texto se lo dedico a las cuatro personas que me han leído fielmente desde que empecé a escribir este blog. Muchas gracias por vuestros elogios y críticas constructivas.


Why not Madrid?

The way we look at things we are accustomed to seeing can be violently shaken in a matter of moments. A week ago I was told I had been accepted for an internship abroad and that I had little more than two weeks to get everything ready. Barely a month ago I could not have imagined this, which makes it all ever more urgent. It is now that I realise how many people deserve a sincere farewell and which things I will miss the most. This important chang is not all that dramatic, I know. It is a great opportunity that I do not intend to lose out on, but I can’t prevent myself from seeing all this as the definitive end of a much prolonged childhood.

Urgent art. I thought that it would be a real shame for the final entry of this blog to be a text written over two months ago. I have thoroughly enjoyed writing down my views over the course of the past three years and I will miss going to galleries and museums and deciding which exhibition to write about each week. I haven’t written in a long time not only because I’ve been preparing the journey, but because it’s been some time since I last saw an exhibition. Now, when the days seem to pass quickly, I’ve had to be very selective and choose which shows I wanted to see before leaving. The first one on the list was, undoubtedly, the one dedicated to Paul Klee at Fundación Juan March. I’ll never forget the day on which I began to learn about this great artist in the class of Francisco Calvo Serraller. Before even giving us his name, the professor started to describe an imposing, crucial artist who never saw the need to cry out for attention. In order to illustrate his extraordinary figure, he told us how Picasso, who despised almost every artist, once visited Klee at his house. The admiration I’ve felt towards Klee from that day on, even before seeing his works live, has only grown. Why? Because he’s an artist that demands close attention. In truth, all great art requires it, but in his case it’s very difficult to take a quick look and even begin to get a slight idea of what his work is about. He silently avoids commercial language, the kind that is used in the same way for an artistic masterpiece and for a fancy brand of perfume. Those successions of images at high speed sometimes give us the impression that we actually know something about the artists. The demand of giving hasty judgements make us extract certain elements of an artist’s work in order to insert them into comfortable labels: this artist is a colourist, that one is painterly, this one is conceptual, this one figurative, that other one is abstract... and a succession of other obvious remarks that by themselves mean nothing at all. Klee’s case is different because there is no individual characteristic of his works that stands out from the others. He is an artist with an enormous sensitivity who treats colour, composition and rhythm with equal care and subtleness. The exhibition at Juan March concentrates on his role as professor at the Bauhaus, and it is clear that his innate sensitivity was matched by rigorous intellectual hard work. In fact, I don’t know how many of the pieces shown are finished artworks. If they were all exercises in preparation for his classes, I enjoyed them all the same. Come to think of it, when have I ever not enjoyed myself at Fundación Juan March?

Around Génova. I will miss visiting art galleries. Sometimes I know exactly what I want to see, but at other times I just take a stroll to see what I find. My favourite zone is the one surrounding calle Génova. How many times I must have ascended from the station at Alonso Martínez or come walking from the Café Comercial with the aim of visiting Génova and around, nearly always with very good company. On one side, calle Orfila, with Marlborough, Cayón and, until very recently, Soledad Lorenzo. And, just a few steps away, at Monte Esquinza, Astarté, one of my favourites. Other times, my companion and I start on the other side of Génova and visit the demanding Elvira González. Walking through this area, we nearly always end up at Rafael Pérez Hernando, where they have always been very kind to us and shown sincere interest for this blog. They’ve also been very kind to me at Javier López, where (although it’s a little far away) it is always nice to go to chat for a while with the girls that run it.  Although the list of galleries to visit is always large (apart from the ones mentioned above, there’s Guillermo de Osma, Fernández-Braso, Álvaro Alcázar, Juana de Aizpuru…), the area surrounding Génova is the default choice whenever we want to visit various exhibitions without thinking too hard about which ones.

Madrid. I write this last part from the place where, if everything goes as planned, I will spend the following year. The city I’m in doesn’t precisely boast a large number of modern art galleries. On the other hand, it is the first time I’ll be able to encounter Asian art live. Who knows if I won’t end up staying here, fascinated by the charms of the exotic Far East, but I doubt that, given my years of study, I won’t be drawn back again to the West by the museums and galleries where my most admired artists live. I never value enough the fact that I have learned nearly everything I know about art in one same place. There’s no doubt that when one thinks of the big capitals of art (modern and contemporary art, at least), Madrid is not the first one on the list. I’ve heard people in the art world refer to the city as provincial and poor in terms of cultural offer. After various years of walking up and down the city in search of exhibitions, I take comments like these as an insult. There’s always some arrogant know-it-all  that seems to think that three years in Madrid is worth less than a week in, say, New York because that’s where you can see what has to be seen. As if the terms “best” or “essential” actually meant anything in the world of contemporary art, where “the next big thing” lasts just about the same period as songs in the pop charts. What matters is not if you live in a place where the offer is infinite, but rather how you take advantage of what that place offers you. Of course not all the exhibitions in Madrid are always interesting, but can’t the same be said about those other infinitely “cooler” places? I’m not just talking about art, although it is what I can mostly speak for. I’m talking about theatres, concert halls, lectures, films in their original languages, the immortal Filmoteca. I really doubt that living in one if those metropolises guarantees a better eye for good and bad art. It might be better to look from a distance in order to see more clearly. When somebody thinks about dedicating part of his or her life to art writing, why not start somewhere else? Why not, for example, in Madrid?

I dedicate this text to the four people who have read my work closely since I began to write this blog. Thank you very much for your praise and constructive criticisms.