Cuando uno piensa que tiene una base sólida, un elenco mental de grandes nombres del arte del siglo XX, ordenados por categorías más o menos afortunadas, se lee un artículo que describe como “uno de los más importantes artistas contemporáneos vivos” a una persona de la que éramos completamente ignorantes. A pesar del sonrojo inicial, creo que siempre puede más el estímulo del descubrimiento, sobre todo cuando podemos ponerle remedio a nuestra ignorancia acudiendo a ver una exposición del artista en cuestión. Así es como he puesto “cara” a Robert Irwin (Long Beach, California, 1928), a través de seis obras expuestas en la galería Elvira González.
Lo cierto es que las obras de este artista norteamericano son difíciles de ver, ya que suelen ser de tipo site-specific, es decir, ideadas para un espacio concreto, ya sea una galería, un museo o un jardín, como el que diseñó para el museo Getty de Los Ángeles. Se presenta así una rara ocasión de poder contemplar en directo obra de este octogenario californiano.
Si hace dos semanas hablaba de dos artistas que recurrían a la luz como medio de expresión artística, añado ahora el nombre de Robert Irwin, cuyo uso de la misma es, al menos a primera vista, más evidente. Las obras expuestas en Elvira González están formadas por tubos de luz fluorescente de diversos colores. Ya sea mayor o menor el número de tubos empleados, todas las piezas forman un rectángulo, y deduzco que son obras exhaustivamente meditadas. Y aquí no hablamos de una luz insinuada o metafórica: la luz es la obra.
La luz, o sea, la pura energía, es el material. Así se expresa el artista en una entrevista que podemos ver en un vídeo colgado en la página web de la galería y que recomiendo encarecidamente. Ha sido otra de las facilidades con las que me he encontrado a partir del momento que empecé a sentir curiosidad por el artista. Aunque la palabra nunca puede sustituir a la obra en sí, siempre es muy útil comprobar cómo un creador habla de sus obras. Entre otras cosas, descubrimos que para él tiene la misma importancia la luz que la ausencia de ella, al igual que las sombras que los fluorescentes proyectan sobre las paredes blancas de la galería. Dentro de las composiciones, hay tubos fluorescentes encendidos y otros apagados, alterándose la secuencia cada cierto tiempo, de modo que no siempre están encendidos los mismos tubos. Es interesante ver cómo uno de los tubos iluminados proyecta su luz artificial sobre el tubo contiguo.
Es fascinante ver la variedad de efectos que pueden producirse en una sola de estas piezas, dependiendo de qué tubos estén iluminados. Tan pronto una de estas composiciones es formal y fría como poética o sensual. Y esto es lo que consiguen los grandes artistas: crear obras profundas con muy pocos medios. En este caso, con profundo me refiero a puro goce estético. Pero quizá lo que más me ha impresionado de todo ello es la forma en que este anciano de aire juvenil defiende que un arte nacido de la alegría y el placer es igual de digno que uno que surge del dolor y el sufrimiento. Es algo en lo que haría falta insistir más: para ser un gran artista no hace falta ser un desgraciado.
Way Out West. Galería Elvira González. General Castaños 3, Madrid. Hasta el 5 de enero de 2012.
Sunshine Noir, 2011 |
Brief note about a pleasant discovery
When one thinks he or she possesses a solid background, a mental list of the great names of 20th century art, classified more or less conveniently, we read an article which defines a person who is completely unknown to us as ‘one of the most important living contemporary artists’. Though it may be embarrassing to read such an assessment at first, I think the initial blushing can be overcome by the excitement the discovery produces, especially when we can remedy our ignorance by visiting an exhibition of the artist in question. This is how I have put a ‘face’ to Robert Irwin (Long Beach, California, 1928), by viewing six works of his at Elvira González gallery.
The truth is that the works of this North American artist are difficult to see, since many of them are ‘site-specific’, this is, especially made for, as the term suggests, a specific space, be this a gallery, a museum or a garden, such as the one he designed for the Paul Getty Museum of Los Angeles. We are therefore presented with a rare opportunity of seeing in first person works by this Californian octogenarian.
Two weeks ago I wrote about two artists who resorted to light as a medium for artistic expression. I now include Robert Irwin, whose use of light is, at least at first sight, more evident. The works presented at Elvira González are formed by tubes of florescent light of different colours. No matter how many tubes are used, each one of the pieces conforms a rectangle, and I gather these are thoroughly thought-out works. And it’s not insinuated or metaphorical light we’re talking about here: light is the work.
Light, pure energy, is the material. So says the artist in an interview we can watch on a video posted on the gallery’s website that I thoroughly recommend. This is just one more of the facilities I have found since the moment I started to feel curiosity for the artist. Although words can never substitute the actual artwork, it’s always very useful to see how an artist talks about his own work. Amongst other things, we discover that, for him, light is just as important as the lack of it, as well as the shadows the tubes project on the gallery’s white walls. In each composition, there are tubes that are switched on and others that are turned off, but the sequence changes every certain time, so that not always the same tubes are lit. It’s interesting to see how one of the illuminated tubes projects its artificial light on the one next to it.
It’s fascinating to witness how one of these pieces can produce a variety of effects, depending on which tubes are lit. One moment the composition is cold and iconic, the next it’s sensual or poetic. This is what great artists achieve: to create profound works with very little material. In this case, the profundity I’m referring to is pure aesthetic pleasure. But what has perhaps impressed me more is the way this young old man defends that art born from happiness and pleasure is just as honourable as the one that comes from pain and suffering. It’s something that should be taken into account more often: in order to be a great artist, it’s not obligatory to be continuously depressed.
Way Out West. Elvira González gallery. General Castaños 3, Madrid. Until 5th January 2012.