En ciertos terrenos, el fin sí justifica los medios. Hace
tiempo que el arte dejó de discriminar entre materias nobles e innobles,
abriendo la puerta a que cualquier material u objeto pudieran convertirse en
obras dignas de apreciación estética. No pocos artistas contemporáneos han
recurrido a materiales que apenas cincuenta años antes hubieran resultado
inaceptables para la práctica artística. Y es que si uno lo piensa sin
prejuicios, lo que han cambiado son los medios, pero no la auténtica materia
prima: el impulso creador.
Rafael Reverón-Poján (Caracas, 1969) parece tener claro que el soporte más pobre puede ser el que aporte mayores posibilidades creativas. Se me ocurren pocos materiales más endebles que el cartón, y sin embargo es lo que este artista venezolano utiliza para crear buena parte de las obras que expone ahora en la galería Astarté. Reverón, que también es arquitecto, une trozos de cartón con hilo y pegamento para darles forma. Al ocre del soporte se suman tres colores puros y planos (blanco, rojo y azul), dando como resultado unas obras muy sugerentes. La mayor parte de ellas son verdaderos dibujos colgantes, a medio camino entre lo plano y lo tridimensional. Es de suponer que las formas que adoptan tienen mucho que ver con el Reverón arquitecto, y uno duda si se encuentra ante obras plásticas o ejercicios de axonometría. Uno tiene tentaciones de tirar de alguno de los hilos para tratar de obtener otra vista de estos ensamblajes pero, a la vez, teme rozarlos y que se desplomen sobre el suelo de la galería.
Rafael Reverón-Poján (Caracas, 1969) parece tener claro que el soporte más pobre puede ser el que aporte mayores posibilidades creativas. Se me ocurren pocos materiales más endebles que el cartón, y sin embargo es lo que este artista venezolano utiliza para crear buena parte de las obras que expone ahora en la galería Astarté. Reverón, que también es arquitecto, une trozos de cartón con hilo y pegamento para darles forma. Al ocre del soporte se suman tres colores puros y planos (blanco, rojo y azul), dando como resultado unas obras muy sugerentes. La mayor parte de ellas son verdaderos dibujos colgantes, a medio camino entre lo plano y lo tridimensional. Es de suponer que las formas que adoptan tienen mucho que ver con el Reverón arquitecto, y uno duda si se encuentra ante obras plásticas o ejercicios de axonometría. Uno tiene tentaciones de tirar de alguno de los hilos para tratar de obtener otra vista de estos ensamblajes pero, a la vez, teme rozarlos y que se desplomen sobre el suelo de la galería.
A pesar de
ser muy distintas a primera vista, tuve sensaciones parecidas al visitar una
exposición a pocos metros de esta, en la galería Elvira González. Allí lo que
se exponen son obras recientes de otro escultor, Roger Ackling (Isleworth,
Reino Unido, 1947). Si Reverón-Poján fue un descubrimiento, el de Ackling fue
un reencuentro, porque ya había visto obras suyas en la propia Elvira González
hace algo más de dos años. Este artista británico se dedica a recoger trozos y objetos
de madera en sus paseos por el campo y dibujar sobre ellos con luz solar. Lo
hace mediante una lupa, fijando el rayo que, poco a poco, va creando oscuros surcos
en la superficie de la madera. Este es, sin duda, un modo de proceder muy
particular, pero lo que a mí me llama más la atención es la humildad de las
obras. Primero, por su tamaño: acostumbrado al asalto visual que ofrecen tantos
artistas contemporáneos –en muchos casos, lo único que tienen que decir–, pienso
que el hecho de escoger unos objetos tan silenciosos es un gesto nada trivial.
Segundo, porque dichos objetos son trozos de madera despreciados, sin uso
aparente, que Ackling recupera y dignifica.
En las
obras de Reverón hay algo que parece escapársenos. Uno quisiera verlas desde
más puntos de vista, rotarlas como hacen algunos programas informáticos. Las de
Ackling, en cambio, no son ni más ni menos que lo que vemos. En ambos casos,
sin embargo, a uno le da la sensación de estar ante objetos frágiles. Al acercarnos
a las maderas mínimas de Ackling, uno aguanta un poco la respiración por si
acaso una exhalación demasiado fuerte provoca que las piezas se precipiten al
suelo; también parece que el fallo de uno solo de los hilos de Reverón puede
hacer que todo se desmorone. Quizá esta fragilidad va implícita en la manera en
que las piezas están creadas: a Reverón lo imagino con la precisión calculadora
del dibujante técnico; a Ackling, esperando con suma paciencia que el sol talle
sus líneas ardientes sobre la madera. Toda obra de arte, si queremos que nos
diga algo, ha de mirarse detalladamente. Lo que me gusta de las obras de
Ackling y Reverón es que no te sugieren que te acerques, te lo exigen. Eso sí,
con cuidado.
Rafael Reverón-Poján: SUPER-BLOCK espacio y otras
especies. Galería Astarté. Monte Esquinza, 8. Madrid. Hasta el 10 de
noviembre. Roger Ackling: Inside Out : Outside In. Galería Elvira
González. General Castaños, 3. Madrid. Hasta el 8 de enero de 2013.
R. Reverón-Poján, Non Cubic Empty Space, 2011 / R. Ackling, Voewood, 2012 |
Handle with care
There are
certain fields in which the ends do justify the means. It’s been some time
since art stopped talking of noble and ignoble materials, thus enabling any object
to potentially become a work of art. Many modern and contemporary artists have
used media that only fifty years earlier would have been considered
unacceptable. But if one thinks about it without prejudices, the materials may
have changed, but not the real prime matter: the creative impulse.
Rafael Reverón-Poján (Caracas, 1969) seems
to be fully aware of the fact that the poorest medium can also be the one with highest
creative potential. I can think of few weaker materials than cardboard, but
this is precisely what this Venezuelan artist uses to create many of the works
now exhibited at Astarté gallery. Reverón, who is also an architect, joins bits
of cardboard with strings and glue and partially paints them in pure, plain
colours (white, red and blue), resulting in very attractive pieces. Most of
them are hanging drawings that are not entirely flat, but neither truly three-dimensional.
There’s little doubt that their forms have much to do with Reveron’s
architectural facet, since they resemble axonometric projections. One is
tempted to pull some of the strings and, at the same time, fears to do so in
case the pieces collapse.
Despite being very different at a first
glance, I had similar sensations whilst visiting another exhibition just a
short distance away, at Elvira González gallery. What one can see there are
recent works by another sculptor, Roger Ackling (Isleworth, UK, 1947). If
Reverón-Poján was a surprise, Ackling’s was a reencounter, since I’d already
seen his work at this same gallery two years ago. This British artist collects
pieces of wood during his walks in the countryside, and then projects the
sunlight on them through a magnifying glass, thus burning the wood and creating
dark linear patterns on its surface. This is a peculiar way of working, but
what most surprises me is the humble nature of these works. First, because of
their size: when one is accustomed to the visual assault that many contemporary
artists propose –all they really offer, in many cases–, I think that to choose
these silent objects is anything but a trivial decision. Second, these are
discarded, apparently useless pieces of wood, which Ackling recovers and
dignifies.
In Reverón’s works, there seems to be something hiding from us. One would like to see them from more perspectives, like some computer applications can do. Ackling’s pieces, on the other hand, are no more and no less than what we see. In both cases, though, one has the impression that the works are very fragile. When we get closer to Ackling’s minimal pieces of wood, we hold our breath as a if a strong exhalation were to make them roll over and fall; there’s also the feeling that if only one of the strings holding Reverón’s works were to fail, then the whole thing would collapse. This fragility might be implicitly linked to the way the pieces have been made: I imagine Reverón with the precision of the technical drawer; Ackling I imagine waiting patiently for the sun to carve its burning lines onto the wood. Every work of art, if we want to get something out of it, must be looked at with the same patience. What I like about the works of Ackling and Reverón is that they don’t just suggest we come closer, they demand it. We must do it carefully, though.
In Reverón’s works, there seems to be something hiding from us. One would like to see them from more perspectives, like some computer applications can do. Ackling’s pieces, on the other hand, are no more and no less than what we see. In both cases, though, one has the impression that the works are very fragile. When we get closer to Ackling’s minimal pieces of wood, we hold our breath as a if a strong exhalation were to make them roll over and fall; there’s also the feeling that if only one of the strings holding Reverón’s works were to fail, then the whole thing would collapse. This fragility might be implicitly linked to the way the pieces have been made: I imagine Reverón with the precision of the technical drawer; Ackling I imagine waiting patiently for the sun to carve its burning lines onto the wood. Every work of art, if we want to get something out of it, must be looked at with the same patience. What I like about the works of Ackling and Reverón is that they don’t just suggest we come closer, they demand it. We must do it carefully, though.
Rafael Reverón-Poján: SUPER BLOCK space and other species. Galería Astarté. Monte Esquinza, 8. Madrid. Until 10th November. Roger Ackling: Inside Out : Outside In. Galería Elvira González. General Castaños, 3. Madrid. Until 8th January, 2013.
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