sábado, 5 de enero de 2013

Pliegues y repliegues

Las esculturas que cuelgan hasta hoy en la galería Marlborough parecen ejercicios de papiroflexia que se han vuelto rígidos. Como la realidad misma, las obras de David Rodríguez Caballero (Dueñas, Palencia, 1970) reúnen en un mismo espacio puntos de vista divergentes. No por nada algunos se refieren al cubismo –precursor de obras como la de este artista– como una expresión más “realista” que el arte tradicional.
     Quizá por no ser figurativas, las esculturas de Rodríguez Caballero conllevan el riesgo de ser tildadas de sencillas. Eso depende, como siempre, del tiempo que uno esté dispuesto a dedicar a su contemplación. Desde el primer vistazo, lo que sí podemos decir es que son obras sobrias. En casi todas las piezas el color predominante es el del propio material, ya sea aluminio, latón o cobre. Las planchas se doblan y desdoblan, creando un juego complejo de planos, por lo que una mera visión frontal se vuelve muy insuficiente.
     A este despliegue de planos, Rodríguez Caballero añade otro elemento que enriquece estética y conceptualmente las obras: el color. En cada una de las esculturas, uno de los pliegues –por lo general, uno que esté en segundo plano, no muy a la vista– está coloreado con un esmalte. Son colores planos muy llamativos, que contrastan fuertemente con el color del aluminio, el latón y el cobre. La gran audacia de Rodríguez Caballero reside, precisamente, en que emplea estos colores en pequeñas dosis. Se asoman lo suficiente para que sepamos de su existencia, pero se mantienen lo suficientemente ocultos para que tengamos que movernos para apreciarlos del todo.
     El buen arte tiene la virtud de ser capaz de reflejar la infinita complejidad del mundo a través de la sencillez. Como Oteiza o Richard Serra, David Rodríguez Caballero consigue combinar la asimetría con un sentido de la unidad. El espectador puede mirar cada pieza como un todo y a la vez sentirse desestabilizado por las notas de color y el ritmo de pliegues y repliegues. El acto de plegar es, a la vez, la revelación de una nueva cara y el ocultamiento de otra. Como en las elegantes esculturas de Rodríguez Caballero, ver una sola cara es estar parcialmente ciego.

Desarrollos: Ongoing Pieces 2010-2012. Galería Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Termina hoy.

12.julio.2012


Folding and unfolding

The sculptures that hang until today at Marlborough gallery look like origami gone rigid. Like life itself, the works of David Rodríguez Caballero (Dueñas, Palencia, 1970) gather different perspectives in one same space. It’s not for nothing that many have referred to Cubism –the precursor of artists like these– as a more “realistic” expression than traditional art.
     Maybe because they are abstract, Rodríguez Caballero’s sculptures risk being tagged as simple. This depends, as always, on the time we’re willing to dedicate to observing them. From a first glance, what we can surely say is that these are sober works. In nearly all these pieces, the predominant colour is the one of the raw material, be it aluminium, brass or copper. The sheets fold and unfold, creating a complex rhythm of planes which force us to look at the pieces from perspectives other than a plain front view.
     Rodríguez Caballero adds yet another element that aesthetically and conceptually enriches the works: colour. In each of these sculptures, one of the creases –generally in the background, never fully visible– has been painted. The colours are plain and eye-catching, and therefore contrast strongly with the aluminium, the brass and the copper. Rodríguez Caballero’s wit resides, precisely, in the fact that he uses colour in small doses. They are sufficiently visible for us to see them, but sufficiently hidden for us to have to move if we want to fully see them.
     Good art has the virtue of being able to capture the infinite complexity of the world through simplicity. Like Oteiza or Richard Serra, David Rodríguez Caballero manages to combine the lack of symmetry with a sense of unity. The viewer can look at one of these pieces as a whole and, at the same time, feel unstable because of the notes of colour or the rhythm of the folded and unfolded pieces of metal. The act of folding means revealing a new face as much as hiding another. As in the elegant sculptures of Rodríguez Caballero, to see only one face is to be partially blind.

Developments: Ongoing Pieces 2010-2012. Marlborough Gallery. Orfila, 5. Madrid. Ends today.

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