Las esculturas que cuelgan hasta hoy en la galería
Marlborough parecen ejercicios de papiroflexia que se han vuelto rígidos. Como
la realidad misma, las obras de David Rodríguez Caballero (Dueñas, Palencia,
1970) reúnen en un mismo espacio puntos de vista divergentes. No por nada algunos
se refieren al cubismo –precursor de obras como la de este artista– como una expresión
más “realista” que el arte tradicional.
Quizá por
no ser figurativas, las esculturas de Rodríguez Caballero conllevan el riesgo
de ser tildadas de sencillas. Eso depende, como siempre, del tiempo que uno
esté dispuesto a dedicar a su contemplación. Desde el primer vistazo, lo que sí
podemos decir es que son obras sobrias. En casi todas las piezas el color
predominante es el del propio material, ya sea aluminio, latón o cobre. Las
planchas se doblan y desdoblan, creando un juego complejo de planos, por lo que
una mera visión frontal se vuelve muy insuficiente.
A este
despliegue de planos, Rodríguez Caballero añade otro elemento que enriquece
estética y conceptualmente las obras: el color. En cada una de las esculturas,
uno de los pliegues –por lo general, uno que esté en segundo plano, no muy a la
vista– está coloreado con un esmalte. Son colores planos muy llamativos, que
contrastan fuertemente con el color del aluminio, el latón y el cobre. La gran
audacia de Rodríguez Caballero reside, precisamente, en que emplea estos
colores en pequeñas dosis. Se asoman lo suficiente para que sepamos de su
existencia, pero se mantienen lo suficientemente ocultos para que tengamos que
movernos para apreciarlos del todo.
El buen
arte tiene la virtud de ser capaz de reflejar la infinita complejidad del mundo
a través de la sencillez. Como Oteiza o Richard Serra, David Rodríguez
Caballero consigue combinar la asimetría con un sentido de la unidad. El
espectador puede mirar cada pieza como un todo y a la vez sentirse
desestabilizado por las notas de color y el ritmo de pliegues y repliegues. El
acto de plegar es, a la vez, la revelación de una nueva cara y el ocultamiento
de otra. Como en las elegantes esculturas de Rodríguez Caballero, ver una sola cara
es estar parcialmente ciego.
Desarrollos: Ongoing Pieces 2010-2012. Galería
Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Termina hoy.
Folding and unfolding
The
sculptures that hang until today at Marlborough gallery look like origami gone
rigid. Like life itself, the works of David Rodríguez Caballero (Dueñas,
Palencia, 1970) gather different perspectives in one same space. It’s not for
nothing that many have referred to Cubism –the precursor of artists like these–
as a more “realistic” expression than traditional art.
Maybe because they are abstract, Rodríguez
Caballero’s sculptures risk being tagged as simple. This depends, as always, on
the time we’re willing to dedicate to observing them. From a first glance, what
we can surely say is that these are sober works. In nearly all these pieces,
the predominant colour is the one of the raw material, be it aluminium, brass
or copper. The sheets fold and unfold, creating a complex rhythm of planes
which force us to look at the pieces from perspectives other than a plain front
view.
Rodríguez Caballero adds yet another
element that aesthetically and conceptually enriches the works: colour. In each
of these sculptures, one of the creases –generally in the background, never fully
visible– has been painted. The colours are plain and eye-catching, and
therefore contrast strongly with the aluminium, the brass and the copper. Rodríguez
Caballero’s wit resides, precisely, in the fact that he uses colour in small
doses. They are sufficiently visible for us to see them, but sufficiently
hidden for us to have to move if we want to fully see them.
Good art has the virtue of being able to
capture the infinite complexity of the world through simplicity. Like Oteiza or
Richard Serra, David Rodríguez Caballero manages to combine the lack of
symmetry with a sense of unity. The viewer can look at one of these pieces as a
whole and, at the same time, feel unstable because of the notes of colour or
the rhythm of the folded and unfolded pieces of metal. The act of folding means
revealing a new face as much as hiding another. As in the elegant sculptures of
Rodríguez Caballero, to see only one face is to be partially blind.
Developments:
Ongoing Pieces 2010-2012.
Marlborough Gallery. Orfila, 5. Madrid. Ends today.
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