Miquel Barceló, Cossiol Dogon, 2012 |
Yo no
conocía a Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957) hasta que saltó a los
medios de comunicación la polémica en torno a su famosa cúpula en la Sala de
los Derechos Humanos de Ginebra. Fue un espectáculo bastante lamentable: por un
lado, la prensa conservadora aprovechaba la oportunidad para hacer zafias
críticas al artista y al gobierno de entonces, mientras en la acera de enfrente
los ofendidos progresistas defendían la cultura a toda costa como si ésta fuera
patrimonio exclusivo de la izquierda. Este mareo de prejuicios era el único
conocimiento que tenía del célebre pintor hasta que dos años más tarde se celebró
una gran exposición en el CaixaForum de Madrid. La visité y descubrí a un
artista de enorme talento.
Ahora me he acercado a su exposición en la galería Elvira González.
Aunque presenta unos cuantos lienzos, la muestra se centra en obras hechas en
barro, motivo por el que el artista ha presentado un texto convenientemente
titulado “Manifesto de barro”. En la exposición he recordado lo mucho que
Barceló me recuerda a Picasso. Sé que la comparación no es nueva, pero me
resulta difícil no asemejar la voracidad de ambos, esa insaciable curiosidad
que los lleva a adoptar nuevos materiales o disciplinas. Barceló habla de la
cerámica como una forma de pintura, como un medio más rápido que el dibujo. “La
arcilla blanda es como aire, es casi un líquido”, dice en un vídeo colgado en
la página web de la galería. Mirando estas piezas de barro cocido que Barceló
ha deformado y vapuleado, a mí me ha dado la impresión no de estar viendo obras
acabadas, sino de estar presenciando su transformación en directo: vigilo de
reojo a una que está hundida por la mitad porque da la sensación de que en
cualquier momento puede respirar y volver a su forma originaria de vasija.
Genovés, Trayecto, 2012 |
En
otra galería a poca distancia de la Elvira González me encontré con
muchedumbres agitadas. Muchedumbres o puntos en el espacio, como ha dicho en
varias ocasiones el propio Juan Genovés (Valencia, 1930). Siempre me pregunto
adónde irán todas estas personas. A veces se dirigen todos hacia un mismo lado
del lienzo; otras veces, cada uno camina anárquicamente por su lado; otras, las
figuras se concentran en torno a un punto del cuadro, dándole a uno la
sensación de estar presenciando un acontecimiento importante.
Pero lo que más me he preguntado siempre al ver cuadros de Genovés es en
qué momento se le ocurre a alguien que un pegote de pintura puede convertirse
en el cuerpo de una persona. Es posible abstraerse por un momento del hecho de
que estas manchas representan diminutas figuras humanas y recrearnos en el mero
espectáculo estético, pero lo cierto es que estas audaces composiciones lo son
todavía más cuando a esos puntos en el espacio les añadimos piernas y tenemos
la sensación de estar presenciando una masa de gente en agitado movimiento. Lo
cual me lleva a otra pregunta: ¿parecerían igual de agitadas estas figuritas si
las manchas fueran planas y no estos pegotes de pintura acrílica con tanto
relieve? A mí se me hace imposible imaginar una solución más eficaz que esta,
aunque eso no signifique que no exista. Es el gran engaño del arte: un mismo
tema puede ser presentado por distintos artistas de las más diversas maneras;
si las obras son buenas, todas y cada una de ellas nos parecerán verdades
absolutas.
Aunque
casi todas las obras de arte que veo entren en la categoría de “plásticas”, ha
sido después de ver estas dos exposiciones cuando he pensado que aún no es
demasiado tarde para reivindicar el carácter más artesanal del arte. No hay que
echar mucha imaginación para hacernos una idea de cómo trabaja Barceló. Me
gustaría saber, en cambio, cómo es el proceso que sigue Genovés. Artes
plásticas se refiere a manipulación de materia. No es cuestión de elegir entre
las manos o el cerebro: en el vídeo al que hice referencia antes, Barceló dice
que la pintura es una “herramienta de pensamiento”. Eso sí, cuando se pinta
“hay que pensar antes y después, pero nunca durante”. Quizá sea pedante hablar
de los artistas como magos, pero sé que nunca dejará de fascinarme cómo un buen
artista puede transformar nada en algo, sea esa nada un lienzo en blanco, un
montón de barro o un objeto aparentemente inútil al que, mediante el ingenio y
la habilidad, uno puede dotar de nuevos significados. Además, es mucho más
divertido mancharse las manos que mirar desde un extremo de la sala.
Miquel Barceló. Galería
Elvira González. General Castaños, 3. Madrid. Hasta el 27 de marzo. Juan
Genovés: Obra reciente. Galería Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Hasta
el 16 de marzo.
Plastics
Although it’s not yet been
banished from our vocabulary, I feel that the term “plastic arts” * is
gradually becoming obsolete. Its substitute, “visual arts”, may cover more
efficiently the large spectrum of the arts today, but it’s a concept that, for
me, says very little. It makes me think of a very hygienic art, directed at a
distance by the brain. I imagine the artist sitting on a chair, moving the
objects with his eyes until all the pieces have been put in their exact place.
The two exhibitions I saw last week made me think of artists rising from their
seats and working.
I didn’t know Miquel Barceló (Felanitx,
Mallorca, 1957) until his famous decoration of the dome of the Human Rights
Hall at the UN headquarters in Geneva reached the media. It was a disgraceful
show: on the one hand, the conservative press took advantage of the situation
to grossly criticise the artist and the Government while, on the other side,
the offended supporters of that Government defended the work as if culture was
only a left-wing affair. These prejudices were the only knowledge I had of the
painter until a great exhibition was held at Madrid’s CaixaForum. I visited it
and discovered an artist with enormous talent.
Now I’ve visited his exhibition at Elvira
González gallery. Although there are a few paintings, the show is basically
focused on works made out of clay. The artist has written a text conveniently
titled “Clay Manifesto.” At the exhibition, I’ve remembered how much Barceló
reminds me of Picasso. I know the comparison has been made before, but it’s
evident that they both possess that same hunger and curiosity that makes them
take on new challenges continuously. Barceló speaks of ceramics being a form of
painting and a quicker medium than drawing. “Soft clay is like air, it’s nearly
a liquid,” he says on a video that can be seen on the gallery’s website. Looking
at these pieces of fired clay that Barceló has deformed and beaten, I have the
impression that I’m looking not at finished works but rather still witnessing
their transformation.
In a gallery not far away, I find myself
with agitated crowds of people. Crowds of people or points in space, as Juan
Genovés (Valencia, 1930) himself has said on several occasions. I’ve always
wondered where all those people are going. Sometimes they all walk in one direction;
at other times, everyone goes their own way; and at others, they all gather
around a specific point of the canvas, giving one the impression that they are
witnessing an important event.
But what I most often wonder when I look
at a painting by Juan Genovés is when it occurred to him that a shapeless blob
of paint could become a human body. It’s possible to simply enjoy these
paintings merely aesthetically, but the truth is that these audacious
compositions become even more so when we add legs to those jots of paint and
have the feeling of looking at a mass of people moving. Which leads me to
another question: would these figures resemble movement if they were plain
instead of these dense jots of acrylic paint? I can imagine no better
alternative, although that doesn’t mean other solutions don’t exist. It’s art’s
great trick: one same theme can be presented by various artists in a great variety
of ways; if the works are good, each and every one of them will seem to us like
absolute truths.
Although most works of art I see enter the category of
“plastic arts”, it’s after visiting these two exhibitions that I’ve thought
that it’s still not too late to speak in favour of the more manual nature of
art. One doesn’t need a great deal of imagination in order to think how Barceló
works. I would like to know, on the other hand, what Genovés’s process is like.
Plastic arts means manipulation of materials. It’s not a question of choosing
between the brain and the hand: in the video I talked about earlier, Barceló
says that painting is a “tool of thought.” That said, “you should think before
or after, never during” painting. It may sound pedantic to speak of artists as
magicians, but I will never cease to be amazed by how a good artist can
transform nothing into something, be that a blank canvas, a lump of clay or an
apparently useless object which can acquire, through wit and ability, new
meanings. That it’s much more fun to get your hands dirty than to look from a
distance goes without saying.
Miquel Barceló. Galería
Elvira González. General Castaños, 3. Madrid. Until 27th March. Juan
Genovés: Recent Works. Galería Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Until 16th March.
*I am
aware that “plastic arts” is an expression that is rarely used in the
English-speaking world, but it is the name that painting and sculpture has
traditionally been given in Spain.