lunes, 4 de marzo de 2013

El hechizo Picasso



Cada vez que veo una novedad de la editorial barcelonesa Elba, me da la impresión de que cada nuevo título que publican es más imprescindible que el anterior. El año pasado escribí acerca de un libro que esta editorial publicó con una selección de cartas de Marcel Duchamp. Dicho libro pertenecía a una serie dedicada a artistas, ideales para disfrutarlos a lo largo de un día, leyéndolo en pequeñas dosis, releyendo quizá ciertos pasajes sin la sensación de que ello ralentiza la lectura.
     El libro que acabo de leer (publicado a finales del año pasado) pertenece a esa misma serie y recoge una serie de pequeños ensayos del crítico David Sylvester (Londres, 1924-2001) sobre Picasso. Quizá lo que me llamó la atención de un libro dedicado al artista del que más se ha escrito fue la extrema sencillez de la edición, sin ninguna ilustración llamativa a todo color. La cubierta es toda azul claro, y no hay nada que distraiga la atención del tema y el autor. Yo conocía a Sylvester por sus célebres entrevistas a Francis Bacon, y ahora se me ha revelado como uno de esos historiadores del arte a los que uno aspira a parecerse. A pesar de ser una traducción –creo que el traductor, José Moreno, ha hecho un buen trabajo– estos textos desprenden la mezcla de cercanía y erudición sin jerga de los escritores de arte que más admiro.
     A lo largo de los cuatro textos que conforman el libro, Sylvester va tocando distintos aspectos de la inmensa figura de Picasso. Empieza por un artículo que escribió con motivo de una exposición retrospectiva del artista que se celebró en 1960. Le sirve de pretexto para hablar de la excepcionalidad que supone el periodo del cubismo analítico en la trayectoria de Picasso. Normalmente asociamos su nombre a un arte de gran vitalidad y virtuosismo, un pintor que parece pintar con la misma naturalidad con la que respira. De ahí que el cubismo analítico –ese arte intelectual por excelencia– resulte como una especie de isla dentro de ese torrencial de creación espontánea que es el resto de su obra. Uno vuelve a pensar en ello al leer otro texto de Sylvester en el que compara la obra del español con la de Duchamp, acaso los dos polos opuestos del arte contemporáneo. Si la asepsia del francés resultaba inconcebible para Picasso, lo cierto es que él también la practicó, brevemente, durante su periodo analítico.
     Otro de los rasgos que Sylvester destaca es el ímpetu con el que Picasso crea, desarrolla y cierra sus etapas. Lo habitual en la obra de un artista es ver una evolución más o menos natural, una sucesión de correcciones o aprendizajes. En el caso de Picasso, resalta Sylvester, no existe tal desarrollo, sino que sus distintas etapas nacen, se desarrollan y mueren en sí mismas. A diferencia de su admirado rival, Matisse, cada nueva etapa de Picasso no es una transformación de la anterior, sino su negación.
     Pero acaso lo más llamativo de Picasso es su capacidad para eclipsar todo lo que no sea él. No es porque no hubiera pintores de su misma talla, que los había. Pero uno puede llegar a olvidar que Picasso recibió estímulos ajenos, que el cubismo seguramente fue postulado primero por Braque, que aprendió cosas de Matisse o que debía mucho a los grandes maestros del pasado. El propio Sylvester se muestra ensimismado mientras recorre esa exposición de 1960, pero el encuentro con dos grandes cuadros de Bonnard y Matisse le recuerda que hay vida más allá de Picasso: “Bajo el hechizo de Picasso, uno había supuesto que la pintura moderna no podía dar más de sí”, dice. Más que ninguna obra en concreto, más que cualquiera de sus invenciones, para el amante del arte moderno quizá sea este hechizo el mayor legado de Pablo Picasso.

Picasso. David Sylvester. Traducción de José Moreno. Elba. Barcelona, 2012.


Picasso's spell

Each time I see a new book published by Barcelona-based Elba, I have the impression that every new title is more indispensable than the last. Last year I wrote a text about a book of selected correspondence by Marcel Duchamp, also published by Elba. It belonged to a series of books dedicated to artists, which, due to their size, are ideal for reading comfortably during the course of one day.

     The book I’ve just finished reading (published last November) is part of that same series, and collects various small essays by David Sylvester (London, 1924-2001) on Picasso. Why I picked up a book dealing with the artist on who so much has been written was probably due to the extreme simplicity of the design, with no full-colour images of famous paintings. The cover is all light blue, with nothing to distract the attention from theme or author. I had read Sylvester’s celebrated interviews with Francis Bacon, and now he has been revealed to me as one of those art historians who one would like to be like. Despite being a translation –I think the translator, José Moreno, has done a good job– these texts distil the knowledge without pretentious jargon that is characteristic of the art writers I most admire.
     Throughout the four texts that make up the book, Sylvester discusses different aspects of Picasso’s immense figure. He begins with a review of the retrospective celebrated at the Tate Gallery in 1960. He uses the exhibition as a pretext for discussing how the period of Analytic Cubism was an exceptional moment in Picasso’s career. We usually associate Picasso with an art of great vitality and virtuosity, a man who seemed to paint as easily as he breathed. That’s why Analytic Cubism –the intellectual art par excellence seems to be a sort of island in the midst of the torrent of spontaneous creativity that is the rest of his oeuvre. We are reminded of this again in another text where Sylvester compares the work of Picasso with that of Marcel Duchamp, possibly modern art’s two opposing poles. If the Frenchman’s aseptic nature was something completely alien to Picasso, the truth is that he himself participated of that nature during his brief analytic period.
     Another characteristic discussed by Sylvester is the energy with which Picasso created, developed and ended his artistic periods. The normal thing to see in an artist is a more or less natural progression, a succession of corrections. In Picasso’s case, Sylvester points out, such a progression doesn’t exist, but rather his different periods are born, develop and die in themselves. In contrast to, say, his admired rival Matisse, each new period in Picasso is not a transformation of the previous one, but its denial.
     But what is maybe most striking about Picasso is his capacity to eclipse everything other than himself. It’s not because there are no painters of his same stature, which there are. But one can end up forgetting that Picasso received foreign stimuli, that Cubism was probably first posed by Braque, that he learned things from Matisse or that he wa in debt to the masters of the past. Sylvester himself says to be amazed and happy whilst visiting the 1960 exhibition, but after seeing a pair of great paintings by Bonnard and Matisse he remembers how there is life outside Picasso: “Under Picasso’s spell, one had supposed that modern painting could not go any further,” he says. More than a particular work, more than any of his inventions, this spell may well be Pablo Picasso’s greatest legacy.



Picasso. David Sylvester. Translation by José Moreno. Elba. Barcelona, 2012.

1 comentario:

  1. Picasso podía permitirse hacer cualquier cosa, y todo bien... pero es un artista mucho más pegado al cuerpo que al alma, a lo material que a lo intelectual... le rebosa la vida y la espontaneidad por todos los costados... el cubismo es para espíritus más "volátiles", Picasso está muy pegado a la tierra...dicho esto por un auténtico neófito en historia del arte...

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