Desde que se aceptó que la Historia del Arte no podía limitarse a ser un estudio de la historia de las formas, nuestro mundo “posmoderno” ha visto la apertura de muchos y variopintos caminos alternativos. Propongo –desconociendo si alguien ya lo ha hecho– que uno de ellos se titule “Historia de la luz”. Y es que la evolución de ésta es también la evolución de la historia del arte occidental. De la luz atemporal de perenne mediodía renacentista al descubrimiento de su potencial dramático en las obras de El Greco y Caravaggio; de la visión subjetiva a la plasmación científica: la concreción del tiempo a través de la luz por parte de los paisajistas naturalistas, desde los holandeses del siglo XVII a los impresionistas; y de ahí de nuevo a una luz indeterminada que vuelve extrañas y amenazantes las imágenes de De Chirico o Balthus.
Después de los ejemplos citados, quizá resulte chocante comprobar que este preámbulo sirve para introducir a una artista que pinta lienzos no figurativos. Aunque el arte llamado abstracto cortara los lazos con la realidad visible, existen artistas que son capaces de encontrar la luz a pesar de utilizar solamente formas geométricas y colores planos. Acabo de descubrir a una: María Lara, que basa su pintura en la sucesión horizontal o vertical de bandas más o menos anchas de color.
María Lara, Sin título, 2010 |
“Cuando llega la primera hora de la tarde, con la penetración de la luz poderosa al interior, este espacio se convierte en un lugar mágico, totalmente amarillo cálido, casi sin rastro de sombra; es un concierto de luz, la luz de los milagros”. Así habla María Lara de cómo se desarrolla su trabajo en el estudio, pero podríamos aplicar muchas de estas palabras a su propia obra. Su pintura, aunque geométrica, no es dura y fría. Vemos cómo las fronteras entre las bandas de colores no son definitivas; con frecuencia uno de los innumerables amarillos que emplea permite transparentarse el verde o el azul de la franja contigua. La luz parece moverse en dirección contraria: en vez de ser los focos los que iluminan los cuadros, da la impresión de que la luz viene de detrás de la tela y que los colores son un mero filtro. A veces esta luz es una luz intemporal como la de Rothko; otras, parece que esas franjas evocan paisajes concretos, veraniegos u otoñales, como los de Sempere.
Clara Carvajal, Pilar, 2011 |
María Lara comparte aquí espacio –a modo de diálogo fortuito, no como una colaboración preestablecida– con la escultora Clara Carvajal. Si pensamos de nuevo en la luz como un posible hilo conductor de la historia del arte, a Carvajal habría que inscribirla entre los que utilizaron la luz como utensilio o materia prima. Pero existen al menos dos notables diferencias entre ella y Man Ray o Moholy-Nagy: en primer lugar, éstos se movían en un medio entonces muy novedoso como la fotografía, mientras que Carvajal utiliza como soporte algo tan primitivo como la madera. Segundo, los que experimentaban con la fotografía colocaban distintos objetos sobre el soporte fotosensible y luego dejaban que la luz actuara indiscriminadamente sobre la superficie, dependiendo el resultado final de la densidad de los objetos. Por su parte, nuestra artista controla en todo momento lo que hace con la luz: utiliza una lupa para dirigirla y quemar la madera, creando así dibujos que de lejos podrían parecer efecto de un carboncillo o la incisión de una gubia. Estas obras suponen una significativa unión entre lo orgánico y la creación humana, que en obras como Pilar parece remitir al origen mismo de la civilización, a monolitos prehistóricos decorados con símbolos abstractos pero llenos de significado.
Esta exposición nos presenta, pues, dos maneras de abordar el fenómeno lumínico en el arte: frente a la luz sutil y evocadora de María Lara, la luz hiriente e incisiva de Clara Carvajal. Lamento escribir este texto cuando apenas queda un día para que acabe la muestra, pero he creído justo dejar constancia de ella igualmente. De todas formas, en la página web de la galería se puede encontrar una selección de imágenes de obras de ambas artistas en el apartado de “artistas de la galería”, así como una versión digital del catálogo de una exposición anterior de María Lara.
Luz y origen. Galería Rafael Pérez Hernando. Orellana 18, Madrid. Hasta el 26 de noviembre.
Lara, Carvajal and light
It’s long been accepted that Art History cannot limit itself to the study of the history of forms, and our ‘postmodern’ world has opened up many and diverse alternative routes. I propose –I ignore if someone has already done so– that one of them should be called ‘History of Light’. Because the evolution of the representation of light is also the evolution of Western art. From the perennial noon of the Renaissance to the discovery of light’s dramatic potential in the works of El Greco and Caravaggio; from the subjective view to the clinical one of the realist landscape painters, from the 17th Century Dutch to the Impressionists; and then back again to the undetermined light that makes De Chirico’s or Balthus’ scenes strange and menacing.
After the examples cited above, it might seem strange to see they serve as an introduction to a non-figurative painter. Despite abstract art’s divorce with visible reality, there are some artists that are able to find light amongst geometrical shapes and plain colours. I have just discovered one: María Lara, a painter who bases her work on horizontal or vertical successions of strips of colour.
‘At afternoon’s first light, with the penetration of powerful light inside, this space becomes a magical place, a totally warm yellow, with hardly a trace of shadow; it’s a concert of light, the light of miracles.’ These words are used by María Lara to describe a day in her studio, but they could perfectly refer to her own paintings. Her work, in spite of being geometrical, is not hard or cold. We see how the borders between colours are not definitive; frequently, one of the many kinds of yellow she uses will timidly show underneath the trace of the blue or green that lies next to it. Light seems to move the wrong way: instead of the lamps being responsible for the illumination of the paintings, we could be under the impression that the light comes from behind the canvas, the colours being mere filters. Sometimes, that light is timeless as Rothko’s; others, it seems those strips recall landscapes, Summer or Autumn, as the ones of Sempere.
María Lara shares her space here –as a fortuitous dialogue, not a pre-established collaboration– with the sculptor Clara Carvajal. If we think again, returning to the introduction, of light as a possible conductor of art history, we would have to inscribe Carvajal amongst those who used light as an instrument or prime matter. But there are significant differences between her and Man Ray or Moholy-Nagy: firstly, these worked with a then very new medium, photography, whilst Carvajal resorts to a material as primitive as wood. In second place, those who experimented with photography placed objects on the photosensitive paper and then let light act with no discrimination, in which case the final result depended only on the density of the objects used. Meanwhile, our artist is constantly controlling the light: she uses a magnifying glass in order to direct it and burn the wood, with which she is able to make drawings that from a distance could seem the work of charcoal or a chisel. These works are a significant union of the organic and the hand of man, which in works such as Pilar seems to evoke civilization’s wake, prehistoric monoliths decorated with abstract symbols full of meaning.
This exhibition presents, therefore, two ways of approaching the use of luminosity in art: against the subtle and evocative light of María Lara, the wounding and incisive light of Clara Carvajal. I regret writing this text when only one day remains for the show’s conclusion, but I thought it fair to write about it all the same. In any case, the gallery’s website provides a selection of works by both artists in the section titled “artistas galería”, along with a digital version of a catalogue of one María Lara’s earlier exhibitions.
Light and Origin. Galería Rafael Pérez Hernando. Orellana 18, Madrid. Finishes 26th November.