La galería Soledad Lorenzo prosigue la celebración de sus veinticinco años de vida con una exposición dedicada a Louise Bourgeois y Antoni Tàpies, dos pesos pesados del arte contemporáneo. Se trata de una muestra de obra reciente de ambos artistas, habiendo sido realizadas todas las piezas, salvo una, entre los años 2000 y 2010. Si hubiera que establecer el nexo de unión que guía la exposición, seguramente tendríamos que referirnos a lo corpóreo como tema central.
Louise Bourgeois, Oedipus (detalle), 2003 |
El reconocimiento tardío de Louise Bourgeois (París, 1911 - Nueva York, 2010) en los años 70 vino de la mano de cierto hartazgo hacia el arte frío imperante desde la década anterior. La artista, afincada en Nueva York desde 1938 y que entonces rondaba los sesenta años, ponía en valor lo corpóreo, lo físico, cierto acabado artesanal, que se pudo interpretar como un choque frontal contra la depuración impersonal del minimalismo. Su obra siempre estuvo centrada en torno a su infancia y adolescencia. Sus célebres arañas se refieren al acto de tejer, que ella había ejercido en el taller de sus padres, donde se restauraban y vendían antiguos tapices. Lo corpóreo, fuertemente erotizado en muchas ocasiones, siempre es una alusión a una infancia marcada por la difícil relación con su padre. Los incómodos recuerdos de la niñez y la juventud se nos presentan en forma de pequeñas figuras realizadas con trozos de tela cosida, y podría traernos recuerdos del surrealismo, en su vertiente más inquietante y, a veces, hiriente. Las figuras de Bourgeois se muestran dentro de vitrinas, lo que convierte las pequeñas formas orgánicas en piezas de museo, disecadas a pesar de su flacidez. Me parece resumen de todo ello una vitrina donde se exponen múltiples figuras rosas, más claras las mujeres, más oscuros los hombres. La presencia de una esfinge y una cabeza con los ojos atravesados por dos gruesos alfileres podrían revelarle el título al espectador más audaz, pero yo he debido recurrir a la página web de la galería: Oedipus (Edipo) fue el nombre que la artista dio a este conjunto de pequeñas esculturas. Sabiendo esto, es inevitable mirar de forma distinta una pareja de esculturas blandas copulando. A su lado, un amasijo informe de telas cosidas puede hacer referencia a las consecuencias de la relación incestuosa.
Antoni Tàpies, Armari amb collage, 2010 |
En el caso de Antoni Tàpies (Barcelona, 1923) quizá deberíamos hablar de huellas más que de una presencia explícita de lo corpóreo. Desde el principio, la obra madura del pintor catalán ha sido de carácter matérico, donde el yeso o la tierra se colocan sobre el soporte y conforman composiciones muy expresivas. Pero, además de ello, Tàpies siempre ha utilizado un especial grafismo, una suerte de lenguaje de signos particular, indescifrable pero indicativo del paso de la mano del hombre, como un grafiti dejado sobre uno de los muros que simulan muchos de sus lienzos. Hay otra vertiente en la obra de Tàpies –varios ejemplos de la cual encontramos aquí– en que pega ropa sobre la tela. La huella de lo corpóreo se hace así, si se quiere, más física. Y quizá no sea casual que el artista escoja prendas, digamos, poco “nobles”, tales como un calcetín o una camiseta de tirantes que se lleva bajo la camisa. Prendas, en definitiva, que quedan ocultas a la vista de los demás. Son los componentes más “sucios” de nuestra vestimenta, aquellos que están en contacto directo con nuestro cuerpo. Uno puede imaginar que lo que le da ese efecto húmedo a la camiseta no es la cola que se ha utilizado para adherirla a la tela sino el sudor de su dueño. Tàpies consigue así una presencia de lo corporal tangible, también a través de un periódico sucio y arrugado, que ha debido de pasar por las manos de alguna persona. A mí me queda, sin embargo, la duda de si éstas son las mejores piezas que se podrían haber escogido del gran artista español.
En cualquier caso, siempre es recomendable acercarse a ver una exposición protagonizada por dos artistas de indiscutible talla internacional. Entre otras cosas, porque es admirable atestiguar la incombustible labor de un veterano cuyo reconocimiento está más que asentado o pensar que la mayoría de estas obras de Bourgeois, fallecida hace ahora año y medio, las realizó con más de noventa años.
Louise Bourgeois-Antoni Tàpies. Rencontre. Galería Soledad Lorenzo. Orfila 5, Madrid. Hasta el 27 de noviembre.
Present and absent bodies
Galería Soledad Lorenzo continues its 25th anniversary celebration with an exhibition dedicated to Louise Bourgeois and Antoni Tàpies, two heavyweight figures of contemporary art. It’s a show of recent works by both artists, spanning from 2000 to 2010, save one piece. If we were to establish a link to guide us through the exhibition, we would probably have to refer to the body as a central theme.
The late recognition of Louise Bourgeois (Paris, 1911 - New York City, 2010) in the 1970’s came hand in hand with certain weariness towards the predominantly cold art of the previous decade. The artist, who had been living in New York since 1938 and was, by then, over sixty years old, celebrated the corporeal, the physical and a more o less craftwork aesthetic that was possibly understood as an attack to Minimalism’s impersonal characteristics. Her oeuvre always revolved around her infancy and adolescence. Her famous spiders refer to the act of weaving, which she practiced in her parent’s workshop, where old tapestries were restored and sold. The corporeal, strongly eroticised on many occasions, is always an allusion of an infancy marked by the difficult relationship with her father. The uncomfortable memories of childhood and youth are presented to us in the form of small figures made with stitched pieces of cloth, and we may be reminded of Surrealism, in its most unnerving, sometimes wounding, version. Bourgeois’ figures are shown inside showcases, turning the small organic forms into museum pieces, dissected in spite of their flaccidity. To me, the best summary of it is a showcase where various pink figures are exhibited. The presence of a sphinx and a head whose eyes have two thick pins stuck into them could reveal the title of the piece to an audacious spectator, but I have to resort to the gallery’s website: Oedipus is the name the artist gave to this group of small sculptures. Knowing this, it’s inevitable to look differently upon pair of sculptures copulating. Next to them, a jumble of pieces of cloth sewn together could refer to the consequences of the incestuous relationship.
In the case of Antoni Tàpies (Barcelona, 1923) it’s probably more accurate to talk about traces rather than an explicit presence of the corporeal. For Tàpies, a very textured use of materials has always played a central role in his work, placing marble dust or clay on the canvas and obtaining highly expressive compositions. Also, Tàpies has constantly used special scribbles, a kind of private sign language, undecipherable but, at the same time, evidence of human activity, like a graffiti drawn on one of the walls some of his paintings look like. Another route of his oeuvre –examples of which we find in this exhibition– is one in which he places clothes directly on the canvas. In this way, the trace of a body is, so to speak, more “physical”. And it’s probably not casual that the artist chooses “ignoble” garments, such as a sock or a vest; garments, therefore, which are normally invisible to others. They are the “dirty” parts of our clothes, those which are in direct contact with our bodies. One can imagine that the humid effect of the vest is a consequence not of the glue used to stick it to the canvas, but of the sweat of the owner. In this way, Tàpies obtains a more tangible presence of the corporeal, also by the use of a newspaper, rugged and dirty, which at one point must have been in somebody’s hands. I doubt, though, if this is the best selection of works by this great Spanish artist that could have been made.
Be as it may, it is always interesting to visit an exhibition by two artists of undisputed international acclaim. Amongst other things, because it’s admirable to witness the incombustible work of a veteran whose recognition is more than established or to think that the majority of Bourgeois’ pieces exhibited here were made when she was over ninety years of age.
Louise Bourgeois-Antoni Tàpies. Rencontre. Galería Soledad Lorenzo. Orfila 5, Madrid. Finishes 27th November.
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