domingo, 20 de noviembre de 2011

Picasso, S. L.

Decir Picasso es casi como decir Coca-Cola. O eso nos dice el hecho de que en Google el artista español sólo compita en número de resultados con nombres como Shakespeare, Beatles o la propia marca de refrescos norteamericana. Como sucede con los grandes protagonistas de la historia, el interés por Picasso supera ampliamente lo estrictamente referido a su producción artística y llega a todos los rincones de su vida pública y privada.
     En la exposición actual de la galería Juana de Aizpuru, Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959) nos propone una reflexión acerca de la explotación de la figura de Pablo Ruiz Picasso. Esta explotación, de carácter principalmente publicitario, tiene su reflejo en grandes carteles diseñados por López Cuenca que utilizan la imagen del genial malagueño como reclamo. Y no siempre la imagen, porque, igual que la mayoría de estos carteles inventados recurren a fotografías del pintor, otro sencillamente muestra la imagen de una costa mediterránea repleta de edificios altos y que lee, “Pisos”. Enseguida reconocemos la caligrafía picassiana, que es ya parte de nuestro imaginario colectivo gracias a la celebérrima firma del artista. En esta sala comprobamos que Picasso puede servir igual para anunciar pisos veraniegos que revistas dirigidas a aficionados al vino o a promocionar la Semana Santa malagueña.
     Encontramos al lado lienzos que podrían pasar por plagios de cuadros de Picasso. Obras como A Picasso le hubiera gustado nos hacen reflexionar acerca de cómo una de las empresas más apasionantes de la historia del arte, el cubismo, ha quedado reducido a una fórmula fácilmente imitable, un mero motivo decorativo aplicable a infinidad de productos comerciales. Con estos pretendidos plagios, López Cuenca se pregunta acerca de los derechos de autor y hasta qué punto éstos tienen sentido cuando se trata de los de una figura de la talla de Picasso. En otro de sus cuadros, el artista reproduce el sello de la Succession Picasso, la asociación formada por los herederos del pintor con derechos sobre su obra que dictamina qué productos cuentan con la autorización legal de reproducir imágenes de Picasso. Refiriéndose a este hecho, López Cuenca ha realizado otros dos lienzos monocromos donde solamente podemos leer: For copyright reasons image is not available” (“Por motivos de copyright, la imagen no está disponible”).
Pisos, 2011
     Si la ácida ironía de los carteles publicitarios inventados por Rogelio López Cuenca podía parecernos algo exagerada, comprobamos en la sala contigua que la realidad supera ampliamente a la ficción. En esta sala el artista ha montado un auténtico chiringuito malagueño repleto de souvenirs que explotan sin pudor alguno la imagen y obra de Picasso. Este auténtico monumento al mal gusto no deja de ser el reflejo de lo que encontramos a lo largo y ancho de la costa española. La diferencia es que Málaga cuenta con un distintivo del que nadie más puede presumir: ser la madre que parió al genio. López Cuenca refleja en esta ingeniosa instalación hasta qué punto una ciudad puede sacar provecho de su hijo predilecto, especialmente después de la apertura del Museo Picasso en el año 2003. La mayoría de estos objetos vienen directamente de tiendas o puestos de souvenirs de Málaga, aunque entre ellas López Cuenca ha insertado otros creados por él que se camuflan a la perfección dentro del bazar picassiano: camisetas, gorras, tazas, botellas de vino, capirotes de Semana Santa con reproducciones de Las señoritas de Aviñón… Nada es, en principio, incompatible con la imagen del genio patrio. Pero, con o sin Picasso, lo cierto es que todo ello no deja de ser lo mismo que encontramos en cualquier ciudad mediterránea española, dirigido a un tipo de turismo que se lleva fomentando durante décadas y que se resume en una postal que lee “Costa del Sol” y utiliza como reclamo tres parejas de generosas nalgas en tanga.
     Esta muestra de la desmedida explotación del mito picassiano esconde, además, una crítica de mayor calado. En su particular Guernica, a pequeña escala y camuflado entre los demás productos expuestos en el chiringuito, López Cuenca ha insertado recortes de periódico que se refieren al fenómeno de la construcción descontrolada en la Costa del Sol. Nos muestra así cómo esta auténtica rapiña de todo lo referente a Picasso ha venido de parte no sólo de los comerciantes sino también de las propias autoridades malagueñas. Fotografías de políticos –boato electoral incluido– junto a una escultura de Picasso son el triste reflejo del indisimulado cinismo con el que muchas autoridades españolas se comportan con la cultura (relación en muchos casos, por cierto, recíprocamente beneficiosa). Picasso parece haber servido, en el caso de Málaga, como la excusa perfecta para fomentar los falsos sueños de progreso de los que solamente ahora parecemos estar despertando. Lo que hoy nadie duda en calificar como excesos fueron anteayer las joyas de la corona de nuestro imparable desarrollo económico.
     Volviendo a la exposición, podríamos concluir que el estudio de Picasso se puede enfocar desde otros puntos de vista más allá del meramente artístico. El pintor superó, ya en vida, la categoría de persona y adquirió la de personaje, un proceso en el que él, sin duda, puso algo de su parte. Picasso es un nombre de tanto peso, tan repetido, que a veces dudamos si se refiere al genial artista que se dice en los libros, al protagonista sobrehumano de un poema épico o a una marca comercial registrada. Las obras de López Cuenca parecen indicar que probablemente ninguno de estos supuestos es enteramente falso.

Ciudad Picasso. Galería Juana de Aizpuru. Barquillo 44, Madrid. Hasta el 10 de diciembre.



Picasso Ltd.

To say Picasso is to say Coca-Cola. Or almost. Introducing the artist’s name on Google will demonstrate that he only competes with names such as Shakespeare, The Beatles or the North American refreshments brand. As is typical of History’s great protagonists, the interest Picasso arouses surpasses a mere artistic one, focusing also on every aspect of his public and private life.
     At Galería Juana de Aizpuru’s current exhibition, Rogelio López Cuenca (Nerja, Malaga, 1959) proposes an analysis of the exploitation of the figure of Pablo Picasso. This exploitation, of mainly commercial nature, is shown to us by López Cuenca in the form of posters designed by himself that use Picasso’s image as an appeal. But not the image exclusively, since we also find that one of these posters simply resorts to a photograph of a Mediterranean coast full of high buildings and reads, “Pisos” (“Apartments”). We immediately recognise Picasso’s handwriting, which has become a part of our social imaginary thanks to the celebrated signature he used on his paintings. In this room we find that Picasso can serve as a commercial appeal for anything from summer apartments to magazines for wine connoisseurs, or even Malaga’s Easter celebrations.
     Next to these posters we find paintings that could pass for Picasso fakes. Works such as A Picasso le hubiera gustado (Picasso would have liked it) serve as examples of how one of the most exciting adventures in art history, Cubism, has gradually been reduced to an easily imitable formula, a mere decorative motif applicable to all kinds of commercial products. With these so-called fakes, López Cuenca seems to question the matter of copyright and royalties, especially when referring to artists of Picasso’s stature. In another of his canvases, the artist reproduces the hallmark of Succession Picasso, the association, formed by Picasso’s heirs, which determines the products with the legal right to use images of, by or related to the artist. In clear allusion to this, López Cuenca has painted two monochrome canvases on which we can only read: “For copyright reasons image is not available”.
     If the irony of Lopez Cuenca’s posters seemed a little exaggerated, in the gallery’s adjoining room we come to the conclusion that reality surpasses fiction. The artist has created a stall full of souvenirs that shamelessly exploit the image and work of Picasso. This great ode to bad taste is, to say the truth, what we find in every town of Spain’s eastern coast. The difference is that Malaga has one distinctive characteristic that we find nowhere else: she is the mother that gave birth to the genius. In this ingenious installation, López Cuenca reflects how a city can take full advantage of its celebrated son, especially after the inauguration of the Picasso Museum in 2003. The majority of these objects come directly from Malaga’s shops and souvenir stalls, but some of them have been made by López Cuenca himself, perfectly inserted and camouflaged in this Picasso-based bazaar: t-shirts, caps, cups, wine bottles, Easter capirotes decorated with reproductions of Les demoiselles d’Avignon... Nothing, in principle, is incompatible with the image of the local genius. But, with or without Picasso, the truth is that this is the same thing we find in any Spanish Mediterranean city, aimed at a certain kind of tourism that has been stimulated for decades and that is summarised in a postcard that reads “Costa del Sol” and resorts to three pairs of generous feminine buttocks in bikinis as an appeal.
     This exhibit of excessive exploitation of Picasso’s myth hides a deeper criticism. In his version of Picasso’s Guernica, of a smaller scale and camouflaged amongst the other products exhibited, López Cuenca has inserted extracts from newspapers that refer to the uncontrolled building of apartments and holiday resorts in the Costa del Sol. He wants to shed light on how the plundering of everything related to Picasso is practiced not only by traders and shopkeepers, but also by Malaga’s authorities. Photographs of politicians –election campaign pageantry included– beside a sculpture of Picasso is the sad reflection of many of Spain’s authorities’ cynical behaviour towards art and culture (a reciprocally beneficial behaviour in many cases, by the way). In Malaga’s case, Picasso seems to have been the perfect excuse for the encouragement of the false dreams of Spain’s development that we are only now awakening from. What today are undeniable excesses seemed only yesterday the crown jewel of our economy.
     Returning to the exhibition, I think what we learn is that we can confront the study of Picasso’s figure from more perspectives apart from the one based on artistic principles. The process by which Picasso became more a fictional character than a real person took place even during his lifetime, and is something he partly encouraged. Picasso is a name of such relevance, so repeated, that we can sometimes doubt if it refers to the exceptional artist books tell us about, to the protagonist of an epic poem or to a registered trademark. Judging by Rogelio López Cuenca’s works, probably none of these suppositions are completely untrue.

Ciudad Picasso. Galería Juana de Aizpuru. Barquillo 44, Madrid. Finishes 10th December.

No hay comentarios:

Publicar un comentario