Soñé que revelabas (Ucalyali-Pachitea), 2012 |
Hay una constante en las tres series que conforman la exposición de Juan
Uslé (Santander, 1954) en la galería Soledad Lorenzo, y es la tensión entre el
orden y lo espontáneo, entre lo cerebral y lo impulsivo. En la primera sala de
la galería se encuentran cuatro grandes lienzos pertenecientes a la serie Manthis. Ya sean más o menos coloridos,
todos parten de un fondo ordenado y calculado, en forma de retícula por lo
general. El meticuloso orden del fondo contrasta con las formas que Uslé pinta
sobre él, en las que se recrea en la curva y el rizo, conformando elementos orgánicos, cuando no directamente intestinos.
En la siguiente sala, más
recogida, se encuentran los cuadros de pequeño formato de la serie Nemaste. A pesar de la diferencia
respecto a las Manthis, continúa la
pugna, ahora más silenciosa, entre la espontaneidad y el rigor. Se trata de
establecer cierto orden allí donde apenas hay líneas rectas o formas precisas,
sino elementos irregulares. Es digno de mención cómo Uslé consigue llegar a
este punto, cómo es capaz de crear composiciones rigurosas sin recurrir a la
escuadra y el cartabón de las Manthis,
algunos con resultados muy bellos y sugerentes (Luz silenciosa, por ejemplo).
Uno se pregunta si quizá es
cuestión de tamaño el hecho de que estas obras funcionen, en mi opinión, mejor
que las primeras, si acaso será que en una tela grande esa dualidad
cálculo-impulso se disipa. Pero enseguida abandono este razonamiento, al pasar
a la última sala y encontrarme con tres impresionantes y enormes lienzos de la
serie Soñé que revelabas. A
diferencia de las Manthis, que parten
de un razonamiento conceptual previo, Uslé reconoce que las otras dos
“familias”, como él llama a sus series, parten de impulsos más puramente
espontáneos. En el caso concreto de Soñé
que revelabas, Uslé dice que trata de seguir su propio pulso “hasta que el
bombear de la sangre mueva las pinceladas”. Se trata de un ejercicio hecho en
estado de trance, que se consigue a través de la repetición incesante de un
mismo motivo. Lo interesante de esta repetición es que su intención de
regularidad es una intención irrealizable. Es imposible que cada una de las
cientos de pinceladas sean idénticas: cada una es similar y a la vez distinta
de la anterior.
Si tomamos como hilo conductor
de esta exposición la aludida tensión entre lo regular y lo espontáneo,
considero que es la última serie la que mejor refleja esta dicotomía. No sólo
eso, sino que son las más poderosas y rotundas. Las finísimas líneas que
atraviesan la composición en horizontal son el toque final de maestría.
High Noon. Galería Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 24 de junio.
Pulse of the brain and the blood
There’s a constant idea throughout
the three series that make up Juan Uslé’s (Santander , 1954) exhibition at Soledad
Lorenzo Gallery: the tension between order and spontaneity, between rationality
and the impulsive. In the first room, there are four large paintings that
belong to the Manthis series. All of
them present an orderly and calculated background, generally in the form of a
grid. The meticulous order of the background contrasts with the organic-type
forms that Uslé paints on top of it, revelling in curves and loops.
The next room hosts six paintings from the series Nemaste. Despite the aesthetic differences between the two series,
the struggle between spontaneity and rigour continues. The aim is to establish
a certain order where there are only irregular forms, and he does it in an
apparently effortless style, without requiring rulers or compasses, obtaining
some very beautiful and suggestive results (Silent
Light, for example).
One asks himself if it’s maybe the size that makes these paintings work
better, in my opinion, than the Manthis
series. But I quickly abandon this theory as I enter the last room and find
myself with three impressive and enormous canvases from the series Soñé que revelabas. As opposed to the Manthis paintings, which have a more
conceptual origin, Uslé admits that the other two “families”, as he calls his
series, are more impulsive. In the case of Soñé
que revelabas, he says he tries to follow his own heartbeat, “letting it go
until the blood pumps and the brushstrokes come into action.” It all happens in
a state of trance which is reached through the endless repetition of a certain
motif. The interesting thing about this repetition is that his intention of
regularity is unreachable. It’s impossible for each one of those hundreds of
brushstrokes to be identical: each one is, at the same time, similar and
different to the previous one.
If we assume that the tension between the orderly and the spontaneous is
the leitmotif of the exhibition, I think it’s the last series that best
reflects this dichotomy. Not only that; they are also the most powerful
paintings. The very thin lines that cross the canvases from left to right are
the last master touches.
Noon. Soledad Lorenzo Gallery. Orfila, 5.