lunes, 6 de febrero de 2012

El arte de la contención

Lo que más me sugestiona de una pintura abstracta es su capacidad de contención. Es lo que más admiro de Mondrian pero también de otros pintores aparentemente más violentos y expresivos. Me reafirmo en esta idea tras haber visitado la exposición de Carlos Pascual (Madrid, 1950) en la galería Astarté.
     Supongo que en un cuadro figurativo me fijo más en otras cosas. Aunque ambas formas de pintar son esencialmente iguales, me fascina mirar una obra compuesta sólo de color y formas, sin referencias externas, ver cómo el artista ha conseguido que esa composición no se caiga, que llame mi atención y mantenga mi interés. Sucede igual con una buena canción, en la que el compositor ensambla las distintas partes sin que una melodía subyugante se vuelva empalagosa o se convierta en una parodia de sí misma. El pintor y el músico, el escultor y el escritor, saben dónde y cuándo cortar. Las grandes obras de arte son, para mí, el resultado del ardor creativo inicial pero también de la necesaria frialdad racional que da consistencia a la obra y evita que se diluya en un mero alarde de técnica o estilo.
     Carlos Pascual presenta sus obras siguiendo el famoso precepto de Frank Stella: “Lo que ves es lo que hay”. El título de la exposición, Presencias reales, va en la misma línea. Lo que cuelga de las paredes son objetos que han de apreciarse por sí mismos, sin referente externo alguno y sin prejuicios; lo que define a las obras está a la vista, ni más ni menos. Es un tipo de arte al que Pascual se refiere como arte “ensimismado” en vez de utilizar los habituales términos científicos  (“autorreferencial”, “normativo”) acuñados por la crítica e historiografía artísticas.
Composición III, 2011
     Lo aquí expuesto son todo construcciones en madera de varios tipos. Muchos son gruesos paralelepípedos que, vistos de frente, muestran colores opacos. Opacos pero no planos, ya que Pascual no ha aplicado el color de manera homogénea. Sus similitudes con el minimalismo empiezan y acaban en la forma geométrica de las piezas. En lo demás, la mano del artista está presente con mayor o menor disimulo. Por ejemplo, en el hecho de que vemos la pincelada, el gesto, en ocasiones dejando sobre la superficie una capa de pintura muy gruesa. No sólo eso: muchas de estas piezas están formadas por una suma de tablas de madera de igual tamaño superpuestas, cuyo ensamblaje el artista no se ha esforzado especialmente en disimular; la prueba más evidente la tenemos si nos fijamos en estas obras por uno de sus laterales: cada tabla de madera está pintada de un color diferente.
     Otras obras consisten en el ensamblaje de varios trozos de madera de formas irregulares. Algunos de estos tablones están coloreados –aquí los colores sí son planos– y otros se presentan desnudos. En apariencia pueden parecer conjuntos arbitrarios de un material apenas trabajado. Pero ahí está, de nuevo, la contención, la forma en que el artista lo ha dispuesto todo según un orden. Que la obra se haya ido creando manera más o menos fortuita da igual: en última instancia, el artista es el que decide cuándo la obra está terminada. Creo que por esto mismo, por esta mezcla de intuición y decisión, resultan unas piezas tan sugerentes estas esculturas.
     Estas obras de Carlos Pascual son, innegablemente, objetos artísticos que se explican a sí mismos. Con la observación silenciosa, sin embargo, van apareciendo las huellas y decisiones del autor. Intuimos, como se dice en la nota de prensa, “la leve contención gestual que late en cada una de estas abstracciones de forma similar a aquella sonrisa arcaica que se dibuja tibiamente en el rostro de un kouros o una koré griegos”.

Carlos Pascual. Presencias reales. Galería Astarté. Monte Esquinza, 8. Madrid. Hasta el 10 de febrero.

 
The art of restraint

The thing that appeals to me most when looking at an abstract painting is its restraint. It’s what I most admire about Mondrian but also of other apparently more violent and expressive painters. I am reassured of this after visiting the exhibition at Astarté gallery dedicated to Carlos Pascual (Madrid, 1950).
     I suppose I’m more interested in other factors when it comes to figurative paintings. Despite the fact that these two types of painting are essentially the same, looking at a canvas composed only of colour and shapes, without external references, fascinates me; to witness how the artist has made the elements fall into place and made them catch my eye and retain my attention. It’s the same with a good song, where the composer assembles the different parts in such a way that a captivating melody doesn’t become too sweet or a parody of itself. The painter and the musician, the sculptor and the writer, know where and when to stop. Great works of art are, for me, those which are capable of combining the initial creative impulse with the necessary amount of rationality that gives the work consistency and prevents it from becoming a mere demonstration of technique or style.
     Carlos Pascual presents his works following Frank Stella’s famous precept: ‘What you see is what you see.’ The title of the exhibition, Real Presences, runs along the same lines. The works that hang from the walls are there to be appreciated per se, with no external references and no prejudices; what defines the works is there to be seen. Nothing more, nothing less.
     The pieces exhibited here are various types of wooden constructions. Many of them are thick parallelepipeds painted in opaque colours. Opaque, but not plain, since Pascual has not applied the paint in a homogenous way. The geometrical format of the pieces is the only similarity I find with Minimalism; the artist’s presence is undeniable. For example, in the way the brushstrokes, the gestures, are clearly visible, sometimes finding very thick layers of paint in some of the works. Not only that: many of the pieces are superpositions of rectangular pieces of wood, and the artist has hardly hidden the joints; the most obvious evidence is shown to us when we look at one of the works’ sides: each plank of wood is painted in a different colour.
     Other works consist of various irregular bits of wood nailed together. Some of them are coloured –here, the colours are plain– and some have been left bare. At first, these can seem arbitrary combinations of materials that have barely been worked on. But contention appears once again; the way the artist has composed everything following a certain order. The work may have come together randomly, but that really doesn’t matter: in the end, it’s the artist who decides when the piece is finished. I think these sculptures are so suggestive precisely because of this, this mixture of intuition and decision.
     These works by Carlos Pascual are, undeniably, artistic objects that explain themselves. Through silent observation, though, we can begin to perceive the author’s traces. As the gallery’s press release states, we can sense ‘the slight gestural contention that breathes in each one of these abstractions in a similar way to a soft archaic smile on the face of a Greek kouros or kore.’

Carlos Pascual. Real Presences. Galería Astarté. Monte Esquinza, 8. Madrid. Until 10th February.

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